1980 MANUAL DEL BAR, A.M.B.A. 3° EDICIÓN

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\ La vid fu t traída a América por Cristóbal Colón y los colonizadores españoles las plantaron en la Ar– gentina, a mediados del siglo XVI. La vitivin icultura argentina se fue extendiendo muy len tamente con el correr de los siglos y sin apartarse de procedimientos 11uy primitivos. El primer impulso se lo da en 1874 el presidente Domingo F. Sarmiento, cuando contrata a algo m,3s de 500 cuttivadores de vid fr anceses, italianos y alemanes,. instalándolos en Mendoza y San Juan, e hi zo venir a tres agrónomos europeos especializados, para que hagan escuela con sus oultivos en las ~nis.mas provincias, fueron ellos, el francés Pougeat, el ~tahano Schieroni y el alemán Roveder, quienes trajeron las mejores cepas de sus respectivos países y con ellos instalaron viveros que cuidaron y de~arrollaron. La producción de vinos, lógicamente, mejoró mucho, pero la producción vitivinícola siguió casi excl usivamente p41ra el consumo regional. Esta situación, cambió fundamentalmente con el ten– dido de los ferrocarriles que unían a Buenos Aires y a Córdoba, con San Juan y Mendoza: en el último cuarto de siglo pasado. Esta comunicación con grandes centros tle consumo, estimu ló la producción de vin os y comenzaron a in– vermse grandes capitales en dicha industria. Sin em– bargo hasta final es de la primera guerra mundial, el gran centro consumidor que era la capital federal, casi no probaba otros vinos finos que los europeos, que resultaban muy baratos y eran todavía muy superiores en calidad que los argentinos. Entre los años 1920 y 1940 comienza a revertirse esta situación. Particularmente durante la crisis de co– mienzos de la década de los años treinta, el encareci– miento de la mercadería importada, obligó a los ar– gentinos a echar mano a sus vinos finos. Así comprobaron los agigantados progresos que es-

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