1931 El Arte del Cocktelero Europeo (cuarta edicion) by Ignacio Domenech
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El arte del cocktelero europeo
bar francés donde se sirvió cocl^tail fué uno que en el año 1889 estaba si tuado en el bouleoard de los Italianos, en París; segundo, porque no creo posible que a una invención francesa se la denomine con un nombre in glés, y tercero, porque los naturales de la rubia Albión dan del origen de tal bebida una referencia más poética, más literaria, más refinada senci llamente. Veamos esta historia. Allá por el año 1770 vivía en Kingston un rico propietario llamado Alien, el cual, según parece, tenía dos pasiones: una hija llamada Leny y las peleas de gallos. La hija era, según la tradición, el tipo perfecto de las heroínas de no-, vela: rubia.como el oro, esbelta como un tallo de palmera, y de tan apre- ciables cualidades morales, que todo el que la conocía se prendaba de ella. Entre los innumerables admiradores de su hermosura figuraba un joven llamado Eddie, qué fué precisamente el único que logró enternecer el co razón de la muchacha; pero—aquí viene la complicación—Eddie era el primogénito de una familia por tradición enemiga de la de la joven. (Esta principio recuerda ha poco la historia de los infelicísimos amantes Romeo y Julieta, pero aseguro que nada tiene de común con ella lo que voy a contar seguidamente.) Como sucede en todas las novelas de trama complicada, el padre de Leny se opuso de una manera terminante a aquellos amores, con lo cual no logró otra cosa que avivar el fuego de la pasión y salir a disgusto diario con su bella hija. El buen señor procuraba consolarse de los berrinches familiares dedi cando todo su tiempo y todos sus cuidados a su «gallera», en la que figuraban hermosísimos ejemplares de pelea, de entre los que destacaba un soberbio gallo llamado «Júpiter». «Júpiter» había tomado parte en muchas peleas y en todas había salido vencedor, con la particularidad de que nunca había perdido una sola pluma de la cola, que, digámoslo de paso, era de un magnífico color encendido. Orgulloso míster Alien de las hazañas del precioso «Júpiter», lo mostraba a cuantos acudían a su casa, detallando todos los combates en que el gallo había tomado parte, sin olvidar nunca la particularidad citada referente a la cola. Así las cosas, llegó un día en que para festejar el santo de la rubia Leny el caballero Kingston organizó una brillantísima fiesta, a la que in vitó a algunas de sus amistades de los pueblos cercanos. Terminada la comida, su hija, sm duda para halagar la vanidad del padre, propuso efec- ^r una visita a los corrales con objeto de que los invitados admirasen la belleza de las aves y particularmente la cola de «Júpiter». La idea fué aceptada y cuando después de haber recorrido todas las jaulas y apartados especiales se llegó a la jaula de «Júpiter», el buen caballero de Kingston se quedó atónito al ver que estaba completamente vacía.
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