1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

ron al mundo el cognac, esa noble bebida que tantos poetas han cantado y que tantos héroes han celebrado. Mientras esos hechos ocurrían en Cognac, la industria vi- natera de la región florecía y la excelencia del producto le hi- zo ganar cierta fama. Es interesante destacar, que en 1205, el Rey Juan de Inglaterra dio varias libertades al pueblo de la Roehelle, en reconocimiento de los finos vinos que esta po- blación embarcaba para Inglaterra. Y en 1220, Felipe III de Francia, exigió del rey Eduardo de Inglaterra, el pago de 128 bocoyes de vino embarcados de la Rochelle. El comercio de los vinos del distrito o pueblo de Cognac, fue llevado a cabo por marineros holandeses emprendedores que navegaban por el río Charente y llevaban sus cargas a los puertos distantes más allá del horizonte. El país prosperó y se dedicaron más tierras al cultivo de la uva. La navegación en aquellos días era muy difícil. Los tra- ficantes del vino de Cognac, tenían que llevar grandes canti- dades a mano, esperando las regulares visitas de los com- pradores. Para quitarle la fuerza que tenía el vino era corriente di- luir esa destilación en agua» antes de tomarlo. Esta combi- nación tan lejana y popular en la región que baña el Charen- te, es la predecesora de la popular bebida biitánica "brandy and soda 11 , que dieron en llamar "la bebida de los lores* 1 , y que no es otro, en nuestros días que el tan conocido highball de whisky, brandy, ron, cosa que viene a corroborar nuestra tesis sustentada en el capítulo "Origen de la Mezcla de Be- bidas o de los Cocteles". Con el coirer de los años vinieron las guerras y otros mu- chos males que periódicamente azotan a los pueblos. El pe- queño pueblo de Cognac, se vio separado de sus mercados. Su comercio principal, sufrió, como es lógico en esos casos. Los buques holandeses dejaron de navegar por el río Charen- te. Los traficantes, por estos sucesos, se quejaban de su ma- la estrella. Pero, mientras esas cosas sucedían, esos licores que no tenían mercado ni compradores, encerrados en barri- les de roble, se iban envejeciendo y con el envejecimiento se iba efectuando un proceso natural que, sin el hombre que- rerlo ni buscarlo, trajo sobre él un venero de riqueza, el fe- liz accidente que llevó el bienestar a la región y el beneficio al mundo. Cuando los barriles fueron abiertos para que los cataran sus compradores, pasados los años, descubrieron que fluía de ellas una corriente dorada, cuya claridad cristalina producía gran deleite a los curiosos que la contemplaban al BOUQUET.—

Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009

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