1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
do por su mala clase. De este relleno» no se salvan los gran- des vinos —excepción de los de mesa— los brandies españo- les y franceses, los whiskies escoceses y americanos» las gine- bras holandesas e inglesas, las cremas. Nada, nada de eso be salva. Hasta los roñes cubanos de marcas acreditadas y de calidad, son rellenados por otros inferiores. Y esto del relleno» no es nada nuevo; es viejísimo, hace muchos años que se conocen por todos los ciudadanos. Por los consumidores y por los no consumidores. El relleno» son muy pocos los Bares y las Cantinas de La Habana, particularmente, que no lo practican. Posiblemen- te, en la ciudad de La Habana, de los millares de Bares y Can- tinas que conocemos, sólo podríamos exceptuar una veintena de ellos. Nada más. Y esta veintena excepcional» no la po- demos encontrar más que en las Cantinas y Bares que fre- cuenta la alta sociedad y que tienen elevados precios. El resto de las casas, rellenan todas» sin excepción, engañando a los consumidores, envenenándoles el cuerpo y el alma, ro- bándoles despiadamente. El relleno da lugar a los siguientes hechos: Llega al Bar un cliente cualquiera y pide al Cantinero, para pagarle lo que v a l e — n o para discutirle el precio— un brandy, un whisky» un ron» una crema, un vino estimulante, y el Cantinero, sa- biendo que lo está engañando, le sirve lo que pide. Si el con- sumidor sabe tomar lo que solicita, —que siempre pide lo que le gusta y sabe tomar— con sólo verle el color u olerlo, se da cuenta de que es engañado. Inmediatamente surge la protes- ta y la indignación del cliente contra el engaño de que es ob- jeto, y rechaza lo que le ha sido servido. El Cantinero, pa- ra no desacreditar la casa y defender su ética profesional, tie- ne que jurar y perjurar ante el cliente que protesta, que el licor o la bebida que le ha servido, es legítima, la verdadera. Pero el cliente insiste en que es falsa y quiere que le den una legítima. Y se establece la discusión y la pugna. ¡Cuántas broncas y fajazones se produjeron por esto! ¡Hasta muertes ha habido! El Cantinero sigue defendiendo su honorabilidad y su prestigio. Vencido y como pretendiendo complacer al cliente, bota en el fregadero el vino o el licor que es recha- zado y pone sobre el mostrador, frente al cliente, otra copa o vaso limpio; busca por un rincón apartado otra botella y lle- na de nuevo la copa. Pero esta vez, es de relleno» igualmen- te, para no descubrir la falsedad y el engaño que se le hacía al cliente. Tiene que ser así, para salvar la honorabilidad de la casa. Y se establece de nuevo la pugna y la discusión. Si el cliente es una persona educada y prudente, paga* se va y no vuelve más. Si es una persona que no se sabe controlar, puede parar el caso, si no intervienen amigos o conocidos, en el Vivac y el Correccional. Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009
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