1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

tra mucha analogía entre el nacimiento de Dionisos y el del dios indu Soma, del que dice el Veda que se encontró en un muslo de Indra, siendo igualmente arrebatado del seno de su madre. La concepción fundamental del mito griego» es la his- toria del nacimiento y madurez del racimo de la uva» historia de la cual la imaginación vigorosa de los griegos formó un drama. Nacido Dionisos fue entregado a las ninfas por Hermes, para que lo criaran. Las ninfas representan la humedad de la Tierra. Otra tradición nos da a conocer que la nodriza de Dionisos fue Isis, hermana de Semele» que es también Ino» una divinidad de las aguas. Ferecides sostiene que las nodrizas de ese dios fueron las ninfas de Dodona, mejor dicho, las Hia- das, ninfas pluviales; pero la idea más corriente es que las nin- fas de la montaña de Nisa, fueron las que cuidaron la crian- za de ese dios, y como en cada país en que se cultiva la vid, pretendió honrarse con el recuerdo de la infancia del dios, de ahí que en Grecia, llevaran muchas montañas el nombre de Nisa. No sólo colinas, sino ciudades había con tal nombre en la Tracia, Tesalia, Eubea» Beocia, Naxos, Caria, Liria, Capa- docia, Arabia y la India. Dionisos representaba, además de la vid, la sabia húmeda de la Tierra, su vida fecunda y exhube- rante, cual se manifiesta la llegada de la Primavera en toda la vegetación. Dionisos vio desarrollarse su infancia en la montaña maravillosa de Nisa, en medió de numerosos manan- tiales y bosques exhuberantes. Los griegos lo concibieron ten- dido muellemente al abrigo de una fresca caverna, tapiada su bóveda por ramas de una viña virgen que crecía paralelamen- te al dios. Bástente crecido Dionisos, gustó un fruto silvestre de la gruta y se embriagó con su néctar, al igual que sus nodrizas y todos los genios del bosque, encontrándose poseídos de una extraña voluptuosidad. Dionisos corre por las rocas escarpa- das, baja a lo hondo de los valles, penetra por la espesura de los bosques, haciendo brotar por todas partes su bulliciosa ale- giía. Al dios coronaban su cabeza pámpanos y ramos de lau- rel» según el himno homérico, coreado por las ninfas. En esas correrías el dios topó con amigos y enemigos; a los primeros» obsequió con el presente de su dulce Vino, que consolaba y regocijaba; a los segundos, les inspiró un furor salvaje segui- do de grandes castigos. Por su poder incomparable creció de día en día el campo de sus conquistas, llegando a dominar por entero al mundo. Como hemos visto, la vida salvaje de Dio- nisos no es ni más ni menos que la vida y crecimiento de la vid en las laderas de las montañas, y los voluptuosos efectos que el vino genera, así como las fiestas que se celebraban en aquellas edades míticas al terminarse la vendimia, por los ha- bitantes de las montañas. Las simpatías y los odios que des- pierta el dios, son los efectos naturales que provoca el Vino, Digiti ed by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009

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