1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

pruebas e investigaciones. No nos precipitábamos en nuestras investigaciones» y no dábamos un paso adelante» hasta que no teníamos la seguridad del éxito y no obteníamos el resultado del plan trazado de antemano; se conservaba todo bajo un control absoluto para evitar una posible insensatez. Y antes de decidirnos a que el experimento pudiera realizarse, hemos hecho las pruebas en pequeña escala, sobre tres obreros regu- larmente empleados en el trabajo. Cuando todas esas preparaciones nos demostraban que todo estaba listo para avanzar sin dificultades de ninguna cla- se, nos vimos en la necesidad de buscar un local apropiado para realizar el experimento. Era indispensable que ese local o espacio estuviese reservado de todas las influencias de la civilización, como el Almirante Byrd estuvo durante su soli- taria vigilia en el Antartico» y que reuniese todas las como- didades» de tal manera, que los individuos sometidos a esas pruebas, no sufriesen trastornos ni malestares de ninguna clase» sino bienestar, complacencia» satisfacción, alegría. Na- turalmente» nosotros hemos recurrido a la sierra Adirondacks» situada en el Condado mayor del Estado de New York, con menos población de la que arrastra un tren subway ordina- riamente. Nosotros buscábamos una casa aislada en una montaña que reuniese las condiciones que deseábamos» ha- llándola ai final. Resultó ideal, y a tal extremo» que se en- contraba a 14 millas de distancia del ferrocarril más próximo. Allí hemos podido hacer todas las pruebas que necesitábamos con un mínimo de distracciones para trastornar a los hombres y al experimento. El 17 de octubre de 1936» un camión cargado de utensi- lios y provisiones médicas que se necesitaban para el experi- mento» fue con nosotros a la montaña Adirondacks, donde nosotros dimos comienzo a convertir la casa en laboratorio. Un segundo cargamento de equipos científicos, fue llevado allí» también, pocos días después. Y el día 23 del propio mes» llegó el médico que había de tener bajo sus cuidados los de- talles inmediatos de las personas en que se iban a realizar los experimentos» dar a conocer sus pruebas y vivir en cons- tante contacto con ellos» y para ayudarnos a dar los últimos toques a nuestro nuevo y temporero laboratorio. El día si- guiente» por la mañana, una pulgada de nieve cubría los alrede- dores de la casa» cuando partíamos para la Estación más pró- xima del ferrocarili, a recoger los diez hombres que habíamos escogido para nuestro experimento» que venían de la ciudad a pasar cuarenta y un días en la segregación de aislado labo- ratorio rodeado de denso bosque. Todos estos hombres sa- bían que iban a ser objeto de una experimentación, pero ig- noraban la clase de experimentación a que iban a ser some- tidos. Se les había hecho saber que no podían recibir visitas de ninguna clase» que no podían fumar, hasta que su sangre Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009

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