1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
beneficioso porque el alcohol tiende a dilatar los vasos san- guíneos y esto facilita la circulación. "No existe persona alguna de la que pueda decirse, en este aspecto, que es el tipo justo medio» y por esta razón no hay ninguna regla precisa, respecto a cuantas copas podemos tomar, a no ser la muy imprecisa que se indica al principio de este artículo. Lo que para uno es una ración normal, pa- la otro es un veneno. "Por eso» la mejor regla será siempre la siguiente: cuan- do empiecen a sentirse los primeros efectos de la bebida, no debe tomarse una gota más. Y si se quiere ganar la parti- ría no debe tomarse más de noventa centímetros cúbicos de licor fuerte, cada día. "Para determinar el por ciento de alcohol que existe en cualquier bebida» basta con dividir por dos la cifra que figura en la etiqueta". MANERA DE TOMAR EL BUEN BRANDY El fino y viejo brandy, francés o español» no se ha de tomar de uno o dos tragos, sino pausada» lentamente» a sor- bitos. El buen brandy no es una bebida que invite a la con- sumación de grandes sorbos» de uno o dos golpes; requiere» exige que se tome gota a gota y se recree sobre la lengua y la vista, hasta que haya rendido su completa naturaleza a la recreación de todos los sentidos, y percibiendo su calor y olor penetren por todo nuestro ser y lo llenen de su grata influencia. El atildado escritor Terenc Molnar f nos descubre así la manera de tomar una copa de buen brandy; "Beber aguardiente parece ser algo muy malo y sin em- bargo» no lo es. Mi amigo Gilbert Miller, me ha contado que estando una vez en el Restaurant "Lame", acompañado de un autor francés mundialmente conocido» llegó un conocido banquero americano, se sentó ante una mesa y pidió que le trajeran aguaidiente para tomarlo, después del café. El ca- marero trajo la lista de los vinas. El americano seleccionó un excelente brandy. La copa valía 100 francos. Al minuto se apareció el sommeüer con una botella enlodada metida en una cesta. Puso la copa ante el banquero y vertió cuidadosa- mente en ella una porción del líquido. El ricacho levantó su copa, y cuando ya rozaba sus bordes con los labios, el autor farncés dio un salto de su asiento y se acercó a él todo so- focado: —Monsieur —le dijo— eso es intolerable» ¿qué pre- tendéis? El banquero colocó la copa sobre la mesa y contes- tó calmosamente: —Quiero beber una copita de brandy. ¡—E s una barbaridad! —exclamó el autor—. ¡Eso no se hace!. El extranjero sonrió. —Y» entonces, decidme» ¿qué debo hacer? Digitise by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009
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