1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

En algunos departamentos de Francia emplean para con- seguir esta clase de abono, el trébol rojo —Trifolium ¡ncana- tum— que siembran después de haber llovido» en julio o agos- to. En otros lugares hacen uso del pipirigallo uno o dos años seguidos, aunque no con tanta ventaja como con el trébol. Y las plantas o algas marinas, suelen emplearse en los viñedos cercanos a las costas del océano. Estos abonos últimos deben usarse mezclados o con gran medida para que los vinos no se impregnen de la sosa que poseen abundantemente. Una buena vid convenientemente cultivada» dura 40, 50 y 60 años, y hasta más, Pero hasta el sexto o séptimo, no está en el apogeo de su producción. Sólo con el injerto se consi- gue más pronto y con seguridad. LOS ENEMIGOS DE LA VID Las viñas que se plantan en terrenos gastados y de poco jugo» sufren enfermedades propias de las circunstancias de que están rodeadas. Sufren languidez; su vegetación es tardía y enfermiza; su madera es estoposa y se llena de escarzos; los brotes son cortos y pierden con frecuencia sus hojas secán- dose y pudriéndose. El hielo» la escarcha, las nieblas» el granizo o la piedra, producen a las viñas daños considerables. La vid sufre in- finito con la niebla» a tal extremo» que suele morir. De la influencia de la niebla» se ve a la vid pasar» de la amarillez de las hojas» hasta lo que se llama tisis incurable. Dice don Simón de Rojas Clemente: "Infinitas son las enfermedades que acarrean a la vid los vicios del terreno y de la exposición, así como la incuria de la impericia del viti- cultor. Sin detenernos en la enumeración de otras afecciones morbosas que nos son tan imperfectamente conocidas como sus causas y sus remedios» citaremos únicamente el sámago de la Baja Andalucía o el auguillo de la Alta, cuyos terribles síntomas, reducidos a acorcharse o esponjarse la caña, a de- jar de fructificar o a perecer, reclaman siglos ha» todas las luces y toda la asistencia de un nuevo Esculapio naturalista*'. "Sabido es —dice don Nicolás María Serrano— que la excesiva sequedad impide el desarrollo de los vastagos y del fruto» los deseca y atrepella !a madurez dejando la uva, agria, delgada y pellejosa; pero mucho más frecuentes e incompa- rablemente más temibles para el viñedo que los de la sequía» son los efectos de un temporal húmedo. Las lluvias excesivas de primavera desarrollan a expensas del fruto una extraordi- naria abundancia de hojas; las lluvias intempestivas del vera- no» si a veces engruesan las uvas» tienen generalmente por resultado retardar su madurez y dejarla aguanosa» al paso que Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009

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