1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
realizábase después de haber lavado todos las manos con ja- bón y como término de la comida propiamente dicha. Llenas las copas para la segunda libación» elegíase el symposiarea, presidente o rey del festín» por suerte, valiéndose al efecto de los dados, cuando no se otorgaba por sí ese título algún co- mensal. Al symposiarca le estaba encomendado dirigir el festín, establecer penas a los que faltaran a lo marcado en esos casos y cuidar de cómo se habían de hacer las mezclas del agua y del vino e infusiones ele hierbas y la distribución equitativa de las copas.- (Aquí descubrimos, queramos o no» que en aque- llos tiempos tan lejanos» —tesis sustentada por nosotros en otro lugar-— ya se preparaban cocteles. Lo que quiere decir que el coctel o la mezcla de vinos y licores con hierbas y otras cosas, ni es invención moderna ni creación americana. Con- viene destacarlo). Generalmente esas libaciones sucesivas se comenzaban en copas pequeñas» y luego se hacían en otras mayores que era forzoso vaciar de un trago a la salud del comensal que estuviera a la derecha. Entre tanto, se servían frutas y bollos. Estos banquetes se organizaban comúnmente en las ca- sas de las cortesanas, frecuentadas por gente disipadora, joven y de buen humor, que una vez enardecido el cerebro por los vapores del vino» se entregaban al culto orgiástico de Afrodi- ta Pandemos» en compañía de lindas muchachas que tocaban flautas y cítaras, y en presencia de esclavos escanciadores jó- venes y de mujeres acróbatas alquiladas, que ejercitaban difí- ciles ejercicios gimnásticos y mímicos; todo ello amenizado por las conversaciones espirituales y la vivacidad meridional que Platón y Jenofonte retrataron en sus symposios. "La escritura de un vaso —dice un investigador de esos hechos— ofrece interesante representación de una de esas fiestas: sobre un largo cliiio» cubierto con un paño bordado» reposan incorporados tres hombres, y a su lado sentadas tres mujeres» todos medio desnudos; cada uno besa a su compa- ñera: Tres amores: Eros» Himeros y Pothos» revolotean entre las gozosas parejas» y unos jóvenes desnudos atienden al ser- vicio de la mesa". La Cena de Dinias terminó de esta manera cantando to- dos los invitados haciendo coro al symposiarca o íey de la ce- na que pulsaba la lira: "Bebabinos, cantemos a Baco que en nuestras danzas, en nuestros cantos se complace; el risueño dios ahorra la envidia, el odio y los pesares» y da vida a las gracias seductoras, a los amores felices. Amemos, bebamos, cantemos a Baco, El porvenir no existe aún. El presente de- jará pronto de existir; el único momento de la vida es el del goce. Amemos» bebamos» cantemos a Baco. Prudentes en los devaneos» ricos en nuestros placeres, despreciemos la tierra y Digitised by Jared M Brown & Anistatia Mill r, 2009
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