1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

Al principio del pasado siglo» se había producido un con- siderable rozamiento entre las tropas americanas de los Esta- dos del Sur y el Rey Axolotl VIII de México. Varias escara- muzas y diversas batallas tuvieron lugar entre unos y otros, y para poner fin a aquel estado de cosas, convinieron hacer una tregua para concertar la paz y llevaron a cabo una con- ferencia pra lograr ese propósito, el referido rey mexicano y el jefe de las tropas norteamericanas. El lugar escogido para efectuar la citada conferencia, fue el propio pabellón del rey mexicano, Axolotl VIH, dentro de su propio campamento. Y a ese lugar acudió el general norte- americano, tomando asiento al lado del rey en un banco pre- parado al efecto. Antes de empezar las conversaciones, S. M. preguntó al general» sin los trámites protocolarios propios de esos casos» si era gustoso de tomar alguna cosa» y el general, siendo con- secuente con su historia y su psicología, aceptó gustoso la in- vitación que Axolotl le hiciera. Inmediatamente el rey dio una orden a uno de sus va- sallos y a los pocos minutos apareció una preciosa dama lle- vando entre sus finas manos, una taza de oro con incrusta- ciones de rubíes y conteniendo una poción extraña prepaia- da por los subditos del rey. Un misterioso temor se apoderó de todos los circunstantes, seguido de un pavoroso silencio. Pues no habiendo más que una taza con la bebida que se ha- bía de consumir» se temía ofender al rey» de darle al general primero a beber, u ofender al general» de obsequiar primero al rey. Pero el instinto femenino» que siempre descubre previso- ramente la gravedad de los problemas de esa naturaleza» re- solvió con un gesto heroico y humorístico» tan embarazosa si- tuación. Ella dióse cuenta como todos los circunstantes» de aquel hecho tan extraoidiñarlo y peligroso para los triunfos de la diplomacia. Y, sonriendo y mirando para el Estado Ma- yor del Rey y del general Embajador allí presentes» inclinó su cabeza graciosa y bien formada hacia ellos, como ofreciéndo- les respeto y pleitesía y empinó el contenido de la taza» be- biéndoselo todo envuelta en agradable y sugestiva sonrisa. Se salvó con ese gesto tan desagradable problema. La con- ferencia continuó y se terminó satisfactoriamente para todos. Antes de marcharse el General» inquirió si le era posible conocer el nombre de la dama que tan sagazmente había de- mostrado poseer tal tacto diplomático, y el Rey, que jamás había visto a la tal dama» contestó orgullosamente: ésa ? es mí hija Coctel, Bien, respondió el General, yo conseguiré que su nombre sea honrado siempre por mi Ejército. — 252 — Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009

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