1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
EL ARTE DEL CANTINERO El celebrado escritor norteamericano Jimmie Charters» que conoció las Memorias del Popular Cantinero del Bar Din- go T de París, nos da a conocer lo que sigue; Usted lector, no lo querrá creer, pero es cierto que el trabajo de la Cantina, es un verdadero arte. Lo saben per- fectamente todos los buenos Cantineros. Ser diplomático, es su primera condición, sin lo cual no es posible acreditar ni dar nombre a un Bar. Un buen observador ve prontamente los pequeños trucos que los Cantineros suelen emplear para atraer y contentar a sus clientes, cosas pequeñas, al parecer, que hacen al cliente pensar que el Cantinero, es un buen chico. Fue después de haber abandonado Jimmie Charters el Bar Dingo, que se dio cuenta que el Cantinero era más im- portante en el Bar, que la misma casa en que trabaja. Es ésta una cosa, que debiera saber todo patrono para el buen gobierno de su casa y para la prosperidad de su negocio. Pe- ro por lo regular, los dueños de los Bares y Cantinas, gentes incultas hasta más no poder, creen que cualquier persona sirve para despachar vinos y licores en los Bares y Cantinas, e improvisan, diariamente, pagando sueldos de hambre y mi- seria, con daño para sus intereses, a los cantineros» que ellos, con esa conducta» lo que hacen es ahuyentar su clientela. Pe- ro continuemos escuchando a Jimmie Charters» que nos ha de dar admirables lecciones, que los dueños de Bares y Can- tinas, no deben olvidar si quieren prosperar en sus negocios, como tampoco, los mismos Cantineros profesionales. El cantinero» cuando el cliente vaya a pagarle lo que ha- ya consumido, no debe discutir con él el importe de lo que haya gastado. Debe cobrarle lo que el cliente crea que im- porta lo consumido; con esa medida evita una discusión en- gorrosa» tras la cual, por lo regular, siempre se pierde al clien- te. He visto a un hombre sentado en la barra de una Can- tina, tomarse cinco cognacs y jurar y perjurar que solamen- te había tomado cuatro, no obstante demostrarle con los che- ques el Cantinero, que eran cinco. Si el cliente hace una pro- testa, el Cantinero debe retirar el cheque y a la próxima vi- sita que el mismo haga al Bar, si está en buenas condicio- nes, se lo presenta y lo cobra sin ninguna discusión. Y si no, lo debe de pagar el propio Cantinero de su bolsillo. Es- ta medida de no discutir con el cliente, para tenerlo contento» la aprendió de ios americanos Miguel, el Cantinero del Bar Dingo que nos facilitó sus memorias. Por lo regular, el clien- te, aunque carezca de ella, cree siempre que tiene la razón, y no debe mirarse que lo hace con el propósito de engañar al Cantinero. Ese cliente, en sucesivas visitas, tratará de jus- tificar» con insistencia, su honorabilidad.
Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009
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