1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
Verdaderamente, los caballeros y las señoras jamás dis- cuten el importe de las cuentas, y cuando se consideran en- gañados o perjudicados» pagan y no vuelven a esa casa. Esos tipos» sin embargo, cada día son más escasos. Y si llaman alguna vez la atención, que puede ocurrir, lo hacen de esta manera: ¿Está usted en lo cierto» Jaime? Entonces» el Can- tinero que sabe cumplir con su deber, se da cuenta de que existe algo anormal, y toma las medidas del caso con la pru- dencia requerida. Pero el Cantinero, antes de decir cuánto le debe el cliente» cuando le pide la cuenta» debe tener cui- dado de no equivocarse y llevar bien la cuenta de lo que as- ciende toda deuda servida. Eso es un signo de honradez y de buena fe, que conquista la confianza de los consumidores. No existe nada más grato ni más sugestivo para un clien- te» que le obsequie con una toma» el Cantinero» o éste, en nom- bre de la casa. El autor de este trabajo» por ser cliente, co- noce los gustos de los consumidores, si algún día tuviese un Bar, por cada tres o cuatro tomas que le consumiese un pa- rroquiano, le obsequiaría, siempre» una. Desgraciadamente, dice el Cantinero Miguel, en sus Memorias» por quien habla Jimmie Charters» muchos de los propietarios con quien él ha trabajado, no han querido comprender esta medida comer- cial tan útil y tan práctica. El dueño del Bar, siempre cree, que las tomas extras que se pueden dar el cliente, son para conquistar la propina. Ninguna razón puede convencer a los dueños de los Bares, de lo contrario de esa pobre y pere- grina idea. Los franceses dueños de Bar, consideran que re- galar al cliente una toma» es una locura, pero sin duda algu- na» esa locura da utilidad. Regalar una toma al cliente, es obligarle, moralmente, a que se tome dos o tres tomas más y a que vuelva a la misma casa sucesivamente. Esa táctica co- mercial era corriente en Norteamérica» a instancias de los pro- pios dueños de Bares» antes de la Ley Seca, y bien sabían ellos que eso les reportaba beneficios espléndidos. El Cantinero debe de tratar siempre de estudiar los gus- tos de sus clientes, para estimulárselos en todo momento que tenga ocasión. Los Bares son una especie de Clubs» donde los Cantineros han de evitar choques con sus clientes y en- tre ellos mismos; porque es mejor para ellos renunciar al tra- bajo que tiene» que alentarlos o no evitarlos, ya que a la lar- ga, los Cantineros, son los que se perjudican. Al Bar Dingo de Montparnase» donde el autor de estas Memorias estuvo trabajando, asistían con toda regularidad unos setenta norteamericanos» aproximadamente; unos vein- te ingleses, y el resto de la clientela se componía de france- ses» italianos, sudamericanos y suecos. Los ingleses y norte- americanos» solían llevarse bien» pero los otros grupos res- tantes tenían que estar separados» no solamente de los anglo- sajones, sino por nacionalidades» si se había de evitar disgus- Digitised by Jare M Brown & Anistatia Mill r, 2009
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