1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)

tos y broncas entre ellos. Esta organización la sostenía y di- rigía con opimos resultados prácticos el Cantinero Miguel, de que venimos hablando» según nos da a conocer en sus citadas Memorias. Cuidaba, esmeradamente, que en la mesa de los suecos, no se sentaran más que suecos; en la de los france- ses» franceses; en la de los italianos, italianos; y» así» suce- sivamente. De pie ante la barra no dejaba más que a los anglosajones. Las peleas en las Cantinas deben de evitarse a toda costa. Las mujeres en estos casos» son peores que los hombres. Por los celos, siempre están buscando trifulcas. En los Bares de Montparnase hay cuatro clases de clien- tes: los turistas representan una cuarta parte de la clientela; los estudiantes forman un diez por ciento; los artistas, escri- tores y periodistas» un cuarenta por ciento; el resto de los clientes son individuos que se encuentran en malas condicio- nes económicas y borrachos consuetudinarios. Estos últimos» vienen siempre a amargar la vida de los otros con sus cuen- tos tristes y lúgubres. Los turistas y ios estudiantes» eran mirados por los otros» con recelo y de soslayo. Los bohemios y los desilusionados» eran siempre los mejores amigos, aun- que los borrachos, muchas veces los echaban a perder. Verdaderamente bohemios» cree el autor, que había muy pocos en Montparnase; porque el verdadero bohemio inteli- gente e imaginativo, vive al día, sin preocuparle el mañana; sólo piensa hacer una estatua» un libro o un cuadro que lo inmortalice para siempre y lo llene de fama; había muchos simuladores de la bohemia, de que lograban medrar poco tiempo. Un Cantinero con clientes tan varios y diversos como he- mos referido» tiene que esforzarse por complacerlos a todos. Ha de ser el paño de lágrimas de unos; el consejero de otros y el recipiente en donde las más diversas ideas han de guar- darse para dar soluciones razonables y apropiadas que alien- ten y dulcifiquen el vivir de cuantos se sienten amargados y le dan a conocer sus cuitas más íntimas. El Cantinero ha de conocer en el cliente cupndo lo ve entrar en el establecimiento, con rapidez y antes que le diri- ja la palabra, si gusta de estar solo o quiere compañía. La mayoiía de la gente» especialmente los reservados ingleses, nunca gustan dar a entender sus inclinaciones; a pesar de es- tar deseosos de topar con quien hablar, esquivan, intencional- mente» dar a conocer ésos sus deseos. En Cantinero debe sa- ber esos sentimientos. Para lograr esos propósitos, emplea- ba esta táctica el Cantinero Miguel, de que venimos hablan- do: dos clientes juntos que él comprendía que le buscaban la charla» para distraerse, se ponía en el medio de los dos e inte- resándolos en la conversación que él mismo provocaba, lo- graba, a los pocos minutos de iniciarla, ponerlos en comuni- Digitised by Jared M Br wn & Anistatia Miller, 2009

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