1948 El Arte del Cantinero (Mixellany)
tos casos» por lo regular» son cuentas pequeñas, pero como se producen con tanta frecuencia» llegan a dar sumas interesan- tes cada año. Ese crédito suele darlo el Cantinero por ser- vir a la casa, y los propietarios» desconsideradamente» no tie- nen esto presente y lo descuentan de su sueldo. Algunos pro- pietarios inteligentes» los menos» lo cargan a pérdidas y ga- nancias de la casa. Eso es lo razonable. Pero donde no ha- cen eso» el Cantinero se ve en la necesidad de negar el cré- dito y al negarlo, quien pierde» a la larga» es la casa» que bota a inmejorables parroquianos que le dan mucho dinero a ganar. Un gran dolor para el Cantinero» es topar con un viejo cliente que se arrumó y que no puede reprimir el deseo de beber. Es en ese momento cuando la bebida lo excita más y llega a la Cantina, toma y dice: te lo debo hasta mañana que recibo la mesada, ¿Qué puede hacer el Cantinero en es- te caso? Son buenos clientes, porque siempre pagaron bien» y en una hora mala de su vivir» llegan a la Cantina y piden de beber» cual tienen por costumbre. Si reciben dinero» indu- dablemente» pagan; si no lo consiguen» no pagarán jamás. Y he ahí el problema; si no fía y consigue el dinero» se pierde un buen cliente; y si fía y no paga, se perdió lo fiado. El Cantinero tiene que distinguir entre todos estos casos, —por- que entre esos individuos existen muchos simuladores— a cuál es al que debe de fiársele y a cuál no. Un buen Can- tinero que tenga lo que llaman en medicina ojo clínico o co- nozca la psicología que tiene que conocer el Cantinero para distinguir y catalogar a sus clientes, pocas veces yerra. Em- pero» aún en estos casos» es peligrosísimo decirle a un cliente que le va a timar la bebida que se bebe» que no le puede fiar, porque se han dado muchos casos en que» esta clase de individuos» con mentiras y falsedades que han corrido de un lado para otro» han logrado desacreditar casas prestigiosas y arruinarlas. Temo y contra ellos siempre estoy en guardia -—dice el autor de estas Memorias— porque la experiencia a ello me ha obligado, a todos los clientes que blasonan de te- ner tanto y más cuanto dinero o capital, o que aparentan es- tar preocupados con problemas financieros. Cuando oigo a un cliente decirme: bien» Jaime» nunca le he pedido crédito» ¿verdad?, me pongo a la defensiva y nunca le doy más de dos o tres copas y pongo término al crédito. Los buscadores de crédito usan siempre esa misma treta, que por cierto es sen- cilla. Hay personas que usan esta otra medida: entran en un Bar con unos amigos; toman varias rondas; pagan bien y dan espléndida propina. Vuelven al día siguiente con otros amigos y repiten la misma operación. Al tercer o cuarto día, que- dan debiendo una pequeña cantidad» que liquidan al día si- guiente» puntualmente; pasan varios días y quedan a deber
Digitised by Jared M Brown & Anistatia Miller, 2009
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