1955 Tragos Magicos by Pichin

Sí: el cóctel es, como el cine, un arte moderno, que crece y prospera, ornamentando la existencia de la gente sociable, con un pie en la música y otro en la pintura... mientras no comienza a dar traspiés. A fines del siglo pasado, otro gran escritor, J. K. Huysmans, creó en su novela A rebours ("Al revés") un curioso personaje -Des Esseintes-, en quien se cifraban todos los refinamientos de una época y un individuo. Des Esseintes fué el primer sinfonista del paladar, el que descubrió la musicalidad del cóctel. En .su morada -verdadero gabinete de experimentaciones humanas- había un raro instrumento musical: una hilera de recipientes boca abajo, dispuestos como los tubos de un órgano. Cada uno tenía su nota: el pri– mero, Benedictine; el segundo, Kirsch; el tercero, Pru– nelle; el cuar.to, Chartreuse; el quinto, Ginebra ... No recordamos la nómina completa, y ni siquiera nos atreveríamos a jurar que todas las notas antedichas estaban en el teclado de su instrumento. Cuando Des Esseintes necesitaba música para su pa– l~dar, iba al. órgano espirituoso y comenzaba a impro– visar maravillosas armonías. Una gota de coñac, como un preludio cálido y vaporoso; tres de chartreuse, para agregar un dulce toque entre pastoril y monástico; luego otras de kirsch, o de pernod, para subrayar el cuadro con acordes agrestes ... En fin, la improvisación seguía la inspiración del momento, o bien el ejecutante repetía un aria o un nocturno ya compuesto anteriormente. El héroe de Huysmans, pues, consagró la musicalidad del cóctel. Pero algo le faltaba a su creación: el juego luminoso de los colores. A su arte le faltaba la paleta del pin-

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